N.
del E.: Este es un libro de lectura para 6° grado preparado
en el año 1957 por el profesor L.J.Zanotti, aprobado
por el entonces Consejo Nacional de Educación y desaprobado
por el Ministerio de Educación de la Pcia. de Bs. As.
La polémica que esto generó y el profundo valor
educativo de la misma puede advertirse en las partes que se
han seleccionado para estas Obras.
INDICE
Lectura Páginas
Limen. 1
Inquietudes.
2
Que sepa
leer y escribir, por Mario Bravo. 4
La niña
y el ángel (v) Javier Villafañe. 7
En Italia,
por Pieter Van Der Meer de Walcheren. 8
Las cataratas
del Iguazú, por Pablo Groussac. 9
El viejo
que nos enseñaba las estrellas (v), por Enrique
Díaz
Canedo. 11
Primera
aventura amorosa, por Gustavo Levene. 12
El arduo
camino de la democracia, por Horacio Vaccari. 14
El desfile
del ejército de Urquiza, por P. Obligado. 16
Las clases
prácticas de don Pío, por L. V. López.
18
La quemazón,
por L. Garra. 20
Tierras
de Castilla, por M. Gálvez. 23
Distancia
de las estrellas cercanas, por D. Papp. 25
Plaza
de invierno, (v) por Alfonsina Storni. 27
Otoño,
por B. Fernández Moreno. 28
Nada
está lejos de ti, por A. Nervo. 29
La partida,
por R. Güiraldes. 30
Pequeño
poema, (v) por M. Serrano Vernengo. 32
José
Enrique Rodó, por A. Marasso. 33
Ariel,
por J. E. Rodó. 35
Pandemonium
escolar, por A. Capdevilla. 37
Romance
de medianoche, (v) M. Abella Caprile. 40
El castellano
viejo, LECTURA LIBRE, por M. J. de Larra. 42
La Revolución
de Mayo, por A. Lamas 48
La patria,
(v) por O. Andrade 50
El 25
de Mayo de 1813, por A. Capdevilla. 52
El viaje
a caballo desde Buenos Aires a Tucumán, por
R. Cano.
54
Poema,
(v) por C. Carlino. 56
Un recuerdo
escolar, por J. V. González. 58
Era el
mejor de los perros, por J. Goyanarte. 60
Ronda
de los niños de los mil colores (v), por V. Barbieri.
63
Hudson
y el viento de la pampa, por F. S. de Mantovani. 65
El misto
de las pampas, por G. E. Hudson. 68
Palermo,
por J. L. Borges. 70
Brillazón
en las tierras altas, por Fray Mocho. 72
Poema
con mis trece años (v), por A. Etchegaray. 74
¿Quién
fue Manuel Belgrano?, por L. J. Zanotti. 76
Manuel
Belgrano educador, por V. Mercante. 78
Sobre
la educación, por M. Belgrano. 80
La banda
de música de Miramar, por A. Capdevilla. 83
Los dos
tartarines, por A. Daudet. 87
La vidalita
montañesa, por J. V. González. 90
La vidalita
de perdón (v) Anónimo. 92
Carta
de un joven poeta, por R. M. Rilke. 94
El sueño,
(v), por S. Tallón. 95
El subprefecto
en el campo, por A. Daudet.
LECTURA
LIBRE. 96
Ideario
de José Ingenieros. 101
Rosales
del suburbio (v), por A. Storni. 103
Bernardino
Rivadavia, por A. Casal Castel. 105
Cuento
de Pupa y Mimé (v), por J. S. Tallón. 107
El ventisquero,
por J. Goyanarte. 108
Ofrenda
lírica (v), por J. Burghi. 111
Retrato
de Estrada, por R. Rivarola. 113
Sobre
la educación, por J. M. Estrada. 115
Tropa
(v) por B. Fernández Moreno. 116
La comida
del colegio, por M. Cané. 117
Como
los bueyes (v) por P. B. Palacios (Almafuerte). 120
La vida
de las abejas, por M. Maeterlick, I. 121
La vida
de las abejas, por M. Maeterlick, II. 123
Laguna
de Chascomús, (v) por C. F. Moreno. 126
A los
niños que lean “La edad de oro”, por J.
Martí. 127
San Martín,
por B. Mitre. 131
A San
Martín (v), por E. E. Rivarola. 134
El renunciamiento
de San Martín, por P. Inchauspe. 135
Carta
a Bolívar, por J. de San Martín. 137
Los que
no danzan (v), por Gabriela Mistral. 140
La familia
Cirimiri, por E. de Amicis. 141
Orígenes
del Colegio Nacional, por A. Acuña. 143
Romance
de la niña negra (v), por L. Cané. 145
Bartolomé
Mitre, por O. R. Amadeo. 147
A la
fuerza, por B. Lych, LECTURA LIBRE. 150
Elogio
de los viejos caballos del tiovivo, por P. Baroja. 159
Campo
(v), por Gaspar L. Benavento. 162
Después...,
por J. Z. de San Martín. 163
Una sola
vez, por E. F. Amiel. 165
El arenque
salado (v), por Ch. Cros. 166
Todos,
por Azorín. 168
Sobre
la educación, por D. F. Sarmiento. 171
La escuela
popular, por J. M. Chavarría. 173
Vida
de Dominguito, por D. F. Sarmiento. 175
La oración
de la maestra, por G. Mistral. 178
La primavera
(v) por A. Marasso. 180
La caza
del chulengo, por J. M. Sarobe. 181
La cocina
de los peones (v), por B. Fernández Moreno. 183
El escudero
Medrano, por E. Larreta. 186
La mudanza,
por A. Frande. 188
El sauce
(v). por F. Silva Valdez. 190
Benvenuto
Cellini, por P. de Saint Victor. 191
Golosinas,
por E. González Lanuza. 194
En abril,
las aguas mil (v), por A. Machado. 196
La fundación
del Imperio Brasileño, por Ch. de Camargo. 198
El rescate
(v), por L. Lugones, LECTURA LIBRE. 200
Las ruinas
de Cusipata, por A. Arguedas. 207
Leyenda
de la flor del ceibo (v), por F. Silva Valdéz. 210
Venecia,
por P. Van Der Meer de Walcheren. 211
Viajando
por Holanda, por W. Fernández Flores. 212
Romance
de los nombres (v), por J. M. Souvirón. 214
En Provenza,
por A. Daudet. 216
La derrota,
por J. M. de Pereda. 219
Autobiografía
(frag.) por B. Franklin. 221
La falsa
piedad. Habla la esposa, por J. Maragall. 223
El nido
de golondrinas, por A. Palacio Valdés. 225
Martín
Fierro (v), por J. Hernández. 228
La diversión,
por A. Carrel. 230
La vida
no es un combate, por A. Capdevilla. 232
Carta
de bibliómanos, por R. A. Arrieta, I. 234
Carta
de bibliómanos, por R. A. Arrieta, II. 236
Epílogo.
238
El amor,
por J. L. Zanotti. 239
Estar
enamorado (v) por F. L. Bernárdez. 240
“El amor”
El amor
es fuente eterna de vida, de progreso, de felicidad.
Por amor
entre un hombre y una mujer se levantan los hogares y nacen
las familias.
Por amor
del hombre a su prójimo se magnifica el arte, la ciencia
y la política.
La amistad
es amor. Es una forma distinta del amor, pero amor al fin.
Por amor
del hombre al saber nacieron las más altas filosofías.
Amor
es una hermosa palabra; una de las más hermosas que
sea dable encontrar.
Todo
lo que el hombre hace de bello y de digno lo hace por amor
a su prójimo: un libro, un cuadro, un invento. Y cuando
ello
o es así,
en verdad podéis creer que ese libro, ese cuadro, ese
invento, ha de valer muy poco.
Amemos
todo lo que nos rodea: la flor, el agua, el terrón
de tierra, el insecto, la casa que nos cobija y la patria
que nos rodea.
Pero sobre
todo, amemos al hombre, amemos al prójimo. Que el amor
al hombre inunda nuestra vida toda, y signe el camino de nuestro
futuro.
Dictamen de la Comisión
Didáctica
del Consejo Nacional de Educación
Expediente:
4479/2/57
Informe: Se trata de una magnífica selección
de autores nacionales y extranjeros, que posee en alto grado
las características exigidas por la reglamentación
respectiva.
El sentimiento
patriótico, el aspecto moral y la formación
cívica han sido objeto de especial preocupación,
así como también la educación de los
sentimientos. Se destacan en ese sentido las dos últimas
lecturas, “El amor” y “Estar enamorados”,
que rompen noblemente el hábito de excluir tales temas
de los libros para la escuela primaria.
Por su
sentido polémico, quizá algo áspero,
esta Comisión aconseja la supresión de la lectura
“El arduo camino de la democracia” de la pág.
14. El mismo temperamento recomienda con respecto a la lectura
“La quemazón” (pág. 20), de Lobodón
Garra, por la discutida actuación cívica del
autor. Efectuadas las supresiones indicadas, se aconseja la
aprobación del texto.
Dictamen
del Ministerio de Educación
de la provincia de Buenos Aires.
Si bien “Inquietudes” es un libro de lectura que
reúne muchas características positivas y plausibles
para la finalidad a que está destinado, ellas no llegan
a compensar sus inconvenientes de distinto orden que lo tornan
inadecuado en general, y que obligan a esta Comisión
a rechazarlo como texto para sexto grado.
Son los propósitos del autor sinceros y prometen “interés
y calidad literaria en cada trozo”; sin duda que este
último propósito se ha logrado plenamente, no
así el interés, pues en muchos casos sus páginas
no logran captar la atención aún del adulto
que, por su experiencia vital está en condiciones de
buscar en las reconditeces de los párrafos oscuros
un desentrañar sentidos ocultos que, con certeza, pasarán
sin huella ante los ojos del niño a quien están
destinados. Clasificamos en este sentido “La banda de
música de Miramar” pág. 70: baladíes
e intrascendentes, que ni siquiera, ponen un acento en el
estilo brillante o humorístico que podría hacerlas
de alguna manera, atractivas. “La familia Cirimiri”
pág. 144, si bien se presenta ágil y jocosa,
la anécdota encierra en sí misma un tono de
burla, un hablar mal del prójimo a sus espaldas que
no se considera edificante. En este grupo incluimos también,
“A los niños que lean “La Edad de Oro”
pág. 127, que sólo nos brinda un prospecto,
un apuntar promesas y anticipar ventajas que derivarían
de la lectura de un periódico pronto a aparecer ; ...juego
de situaciones vigentes, para determinadas circunstancias
de tiempo y lugar, ajenas a nuestra actualidad y cuyo enunciado
brinda un personaje exótico, totalmente desvinculado
con nuestros niños y, por añadidura, tratado
en doble paralelo con los héroes cervantinos, Don Quijote
y Sancho, estereotipados como términos de una fórmula,
pero igualmente inexpresivos para la mayoría inmensa
de los alumnos de nuestras escuelas. “En Provenza”
pág. 216, otro fragmento de Alfonso Daudet, complementa
dignamente el desacierto anterior. “Ariel” pág.
35, ha sido fragmentado en forma defectuosa, por lo tanto
resulta una mera sucesión de párrafos inconexos,
sin sentido de hilación ni secuencia de conceptos.
“El escudero Medrano” pág. 186, incluye
expresiones de explicación difícil ya que hacen
alusión a temas de Higiene, por demás escabrosos
para ser ventilados en una clase común de la escuela
primaria. Cerrando esta serie de páginas en prosa mencionaremos
a “Benvenuto Cellini” pág. 191, artista
consumado, cincelador genial, empero, desprovisto de valores
morales, negación del arquetipo que debe brindarse
siempre y en cada instante al niño en plena formación
ética.
En grupo aparte se observa un buen número de poesías
que esta Comisión califica de francamente pueriles
y sin significado apreciable para el alumno. No ignoramos
que para una mente que ha ido madurando en constante contacto
con etapas evolutivas de la poesía, es normal y lógico
que saboree con deleite un verso libre, difícil, preñado
de sutiles mensajes en sus voces simples o en densas frases
ampulosas. No así el niño, psique en formación
que busca en la poesía, musicalidad, sentimientos profundos
y pensamientos claros; por estas causas objetamos los versos
que se intitulan: “Ronda de los niños de los
mil colores” pág. 63; “El sueño”
pág. 95; “Cuentos de Pupa y Mimé”
pág. 107; “Tropa” pág. 116; “El
arenque salado” pág. 166; “Romances de
los nombres” pág. 214. Por su parte “Romance
de media noche” pág. 40, incluye un error científico
ya que la autora puede ver simultáneamente en el cielo
de Buenos Aires a la Estrella Polar y la Cruz del Sur.
En busca de lecturas constructivas y edificables, como lo
declara el antologista en el prólogo “para que
ellos sean sugestiones acerca de mayores formas de vida, enalteciendo
lo bueno y siempre por intermedio de lo bello”, se presentan
algunas discutibles por la forma en que se tratan temas acertados,
tales: “Falsa piedad” pág. 223 y “La
diversión” pág. 230, más apropiadas
para polémica de editorialistas; y “Cartas de
bibliómanos”, que pone en la pluma de su personaje
central frases irónicas y de menosprecio a su esposa.
Y otras no menos objetables por la índole del tema
mismo. Tales son: “Pandemonium escolar” pág.
37 y “Un recuerdo escolar”, pág. 58, que
detallan actitudes de conducta punibles dentro del ámbito
escolar. Y, por fin, pone de manifiesto condescendencia y
justificativo para fallas de la personalidad, no por comunes
menos exigidas de corrección.
Acaso por la edad de los lectores a que está destinado
“Inquietudes” y, sin duda, respondiendo a una
inquietud pedagógica personal, el autor cree del caso
introducir el tema del amor, no sólo del amor en su
sentido lato sino, en particular de un incipiente amor sexual
que consideramos inoportuno e inconveniente en un tratamiento
así, como de interés común y simultáneo
para todos los niños integrantes de un grado escolar,
pues a nuestro juicio ese tema, en la escuela como en el hogar,
debe ser un afluir sin alteraciones y sin énfasis,
en la medida y la oportunidad que el sujeto, en este caso
el niño, pre-adolescente lo solicite. Rechazamos en
este orden “Primera aventura amorosa” pág.
56; “Poema” pág. 12; “Primavera”
pág. 180; “Leyenda de la Flor de Ceibo”
pág. 210; “La derrota” pág. 219;
y “Estar enamorado” pág. 240.
Dice el autor que “Inquietudes” pretende ser un
mensaje para el espíritu, que sin huir de las lecturas
descriptivas y objetivas, ha tenido como mayor preocupación
establecer un puente espiritual entre los autores y el lector.
No obstante aprobar tal objetivo lo juzgamos parcial y unilateral
ya que con ese sólo y excluyente punto de mira no llegaría
el texto sino en forma casual, como ocurre con “Inquietudes”
a concretar las exigencias del reglamento. Así se da
el caso de que no se tratan temas ineludibles que constituyen
hitos imborrables en la tradición y el acervo histórico
nacional; por tanto resulta inadmisible la omisión
del Himno Nacional Argentino y demás símbolos
y lecturas que desarrollan el 9 de Julio, Caseros, la Constitución
de 1853 y próceres de la talla de Moreno, Sarmiento,
Echeverría, Sáenz Peña y material geográfico,
pues sobre once temas de esta asignatura, seis son europeos,
dos americanos y sólo tres argentinos.
Por último nos permitimos aconsejar al autor que en
las ocasiones que por imposición del tema se presentan
palabras o párrafos en lenguas extranjeras como en:
“Hudson y el viento de la pampa” pág. 65
y “Cartas de bibliómanos” pág. 263;
se hace imperativo completar las lecturas con notas aclaratorias
de su traducción y aproximadamente fonética.
En síntesis, “Inquietudes” del Sr. Luis
Jorge Zanotti, presenta el 31,5 % de su contenido rechazado
u objetado, cifra que consideramos harto significativa y que,
en consecuencia esta Comisión está impedida
de expedirse favorablemente, aconsejando su “desaprobación”
como texto de lectura para sexto grado.
Este párrafo se refiere, sin duda, a la lectura “Los
dos tartarines” (pág. 87), de Alfonso Daudet.
2ª. Comisión
Texto:
Inquietudes.
Autor:
Luis Jorge Zanotti
Grado:
Sexto.
Esta Comisión aconseja desaprobar el libro de lectura
“Inquietudes” de Luis Jorge Zanotti, por las razones
expuestas en el dictamen de fojas, 3, 4 y 5.
La Plata,
28 de junio de 1957.
Resolución
03108 – 2 de julio de 1957.
Nota muy importante:
Preocupado
y atento siempre –desde mi puesto de profesor de Pedagogía
y desde el mirador que me brinda el oficio periodístico–
por todos los problemas educacionales, he llegado a creer
que la obra que realiza actualmente el Ministerio de Educación
de la Provincia de Buenos Aires, a cargo de la Sra. Elena
Z. de Decourgez, es encomiable y significa –dentro de
todas las limitaciones imaginables– un cierto avance
en la enseñanza primaria de ese Estado argentino. Carezco
de datos precisos para fundamentar este aserto, pero se me
ocurre que no es del todo equivocado.
En consecuencia,
quiero dejar claramente establecido que este folleto no tiene
por intención atacar a ninguna persona ni a ninguna
obra. Por el contrario. Si llega a probarse mañana
que, en efecto, la obra de ese Ministerio ha sido de avance
–y deseo que así sea– y, a la vez, que
mi protesta es justificada, esta publicación quedará
como útil testimonio de cuantas dificultades han de
afrontar quienes se proponen renovar la acción pedagógica
en nuestro país.
Apelación
del dictamen de la
provincia de Buenos Aires
Buenos
Aires, 19 de julio de 1957.
A la Sra.
Ministra de Educación de la provincia de Buenos Aires,
Sra. Elena Z. de Decourges.
Ref: Apelar
de la resolución 03108 del 2 de julio de 1957, recaída
sobre el texto de lectura “Inquietudes”, para
Sexto grado, presentado ante ese ministerio el 26 de marzo
de 1957 según expediente No. 2.600/36.791/57.
De
mi mayor consideración:
Tengo
el alto honor de dirigirme a la señora ministra con
el objeto de que se revea la resolución 03108 del 2
de julio de 1957 según la cual vuestro ministerio ha
resuelto desaprobar el libro de lectura “Inquietudes”,
del cual yo soy autor.
Fundamento
mi pedido en las siguientes consideraciones.
Inicié
mis estudios de maestro en 1942 llevado por una honda vocación
que desde el primer instante me exigió sacrificios.
Los concluí en 1946 y al año siguiente comencé
mi tarea al frente de grado, la que continué hasta
este año. En 1947 di principio a mis estudios en la
Sección Pedagogía de la Facultad de Filosofía
y Letras, los que concluí con brillantes calificaciones
en marzo de 1951. Tuve numerosos alumnos particulares, y en
especial niños con dificultades de conducta o de aprendizaje.
En abril de 1953 me hice cargo de una cátedra de Pedagogía
en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario, donde
dicté más tarde Didáctica y Política
Educacional, tal como hago ahora. Fui profesor interino de
Didáctica entre octubre de 1955 y agosto de 1956 –en
que renuncié– en la Escuela Normal N° 1 de
esta ciudad.
A lo
largo de este trayecto hallé siempre dificultades constantes
para todo lo que fuera renovación pedagógica,
o, simplemente, deseos de hacer las cosas –en el orden
educacional– un poco mejor. He sido un tanto cobarde:
lo reconozco. En muchas ocasiones debí luchar o entablar
polémica pública y no lo hice. Muchos factores
determinaron esa actitud y no es del caso analizarlos aquí.
Lo cierto es que he llagado a convencerme que en el aspecto
pedagógico, y en especial, dentro de él, en
el metodológico, en nuestro país se alza actualmente
una muralla insalvable formada por prejuicios, ignorancia,
conservatismo, indiferencia y miedo a la juventud por no perder
posiciones.
Como
simple ejemplo narraré un caso: cuando en la Escuela
Normal N° 1, en la cual me desempeñaba como profesor
de Didáctica de 4° año, me presenté
un día a un grado del curso de aplicación, en
compañía de mis alumnas, para realizar una clase
de Observación, y hallé que la maestra hacía
colocar a sus pequeñas discípulas en una absurda
–y antinatural, desde el punto de vista somático–
posición de clase con los brazos cruzados por detrás
de la espalda, (lo cual está condenado pedagógicamente
desde hace 30 o más años), comprendí
que debía hacer retirar a mis alumnas de 4° año
y plantear la cuestión ante la Dirección del
establecimiento, pasara lo que pasara. Cansancio, hastío,
escepticismo, cobardía, pena... no sé: el hecho
es que no lo hice. Ya tenía mi renuncia decidida. Y
en cambio de luchar abandoné la cátedra para
no convertirme yo en uno más de los engranajes de este
deplorable aparato que es nuestra Pedagogía actual.
Ni siquiera menté el hecho en mi renuncia, en la cual,
sin embargo, decía muchas cosas que no merecieron respuesta.
Pero
hoy, señora ministra, comprendo que es imposible quedarme
otra vez callado: tal es la suma de contrasentidos pedagógicos
y de espíritu de retroceso que forman el dictamen sobre
mi libro de lectura para sexto grado “Inquietudes”.
Admitir, señora ministra, ese informe, equivaldría,
en otro orden de cosas, a admitir que un jefe de sala de un
hospital impusiera a los médicos el uso de malos medicamentos
y prohibiera el uso de eficaces; que les vedara utilizar nuevas
concepciones del arte de curar; o, simplemente, que les exigiera
no estudiar y no renovarse.
Pueden
admitirse, señora ministra, en el plano de las opiniones
y de los criterios personales, muchas cosas. Puede admitirse
que la lectura “Primavera” de Arturo Marasso,
pág. 180, guste más o menos; pero no es admisible
que se la rechace por considerarla inadecuada para la formación
moral de los niños, o por el hecho de que pueda significar
para ellos “hablarles de un incipiente amor sexual”
o cosa parecida. Si admitimos esto tendremos que admitir también,
porque a los autores del informe les parezca, que lo blanco
es negro y lo negro es blanco.
Y por
último, antes de entrar al análisis detenido
del informe, añado que no es posible admitir que se
rechace como inconveniente para los niños por presentar
malos ejemplos de conducta escolar, la lectura “Pandemonium
escolar” de Arturo Capdevila, que en los programas oficiales
de C. N. de Educación sancionados en 1939 y que rigieron
hasta 1949, figuraba como obligatoria para 5° grado, según
el juicio de –entre otros– los señores
Carlos J. Florit, A. Sánchez Barros, Jorge Guasch Leguizamón
y Florián Oliver (ver pág. 13 de la edición
oficial de los programas de Instrucción Primaria para
Quinto Grado, hecha por los Talleres Gráficos de C.
N. de E. en 1939).
Entro
ahora en el comentario del informe, y diré en primer
término que sus autores han olvidado mi indicación
del prólogo, donde digo que no pretendo hacer sino
un “libro de lectura”, es decir que será
apto para ser utilizado en la escuela bajo la dirección
del maestro. Ello implica por qué no coloco explicaciones
donde hay expresiones extranjeras; y por qué he puesto
algunas lecturas que requieren cierta explicación por
parte del maestro. Aparte de esto, diré que el tono
de consejo paternal con que se me dice que “se hace
imperativo completar las lecturas con notas aclaratorias de
su traducción” (para los casos de locuciones
extranjeras), revela desconocimiento de esa aclaración
que hago en el prólogo, y cierta petulancia por parte
de los autores del informe. Añado aún que, en
mi criterio, las notas aclaratorias no son útiles en
libros para niños, pues su lectura interrumpe la continuidad
del texto y destruye el interés del niño. Como
profesor de Didáctica agrego que jamás aconsejo
a mis alumnos primarios ni secundarios que interrumpan las
lecturas para mirar cada palabra que no entiendan en el diccionario:
es necesario que de una buena vez nos atrevamos a decir “no”
a conceptos y preceptos metodológicos que se aceptan
por simple rutina pero que carecen de todo fundamento.
Y por
último –en cuanto hace a este punto– diré
que esa falta que indican los autores del informe podría
solucionarse muy fácil condicionando la aceptación
del libro a la introducción de las notas correspondientes.
Emitir
el siguiente juicio: “baladíes e intrascendentes,
que ni siquiera ponen un acento en el estilo brillante o humorístico
que podría hacerlas de alguna manera atractivas”
sobre lecturas como “El elogio de los viejos caballos
del tíovivo”, de Pío Baroja (¡Pío
Baroja, señora ministra!), o “Palermo”
de Jorge Luis Borges, revela, bien claramente, el gusto personal
de los autores del informe, pero ese gusto personal, personalísimo,
no puede fundamentar un rechazo.
Lamento
no entender en absoluto donde está el “hablar
mal del prójimo a sus espaldas que no se considera
edificante” según dicen los autores del informe
con respecto a “La familia Cirimiri”, de Edmundo
de Amicis, pág. 144. Esa lectura no pasa de ser una
página de humor –lamento también la falta
de sentido del humor de los autores del informe– con
la cual, aparte de hacer pasar un buen rato a los alumnos,
si se quiere obtener un ejemplo edificante, se los puede mostrar
lo feo que es hablar sin parar y en forma excesivamente apresurada,
sin respetar a los demás en el uso de la palabra. Además,
esta misma falta de sentido del humor se advierte en los que
se dice sobre la hermosa lectura “Cartas de bibliómanos”,
de Rafael Alberto Arrieta, pág. 263. Nadie puede creer
que con ella se mostrará “menosprecio o desdén
hacia la esposa”. Por lo visto, los autores del informe
creen que es necesario proscribir de la escuela primaria todo
humorismo, toda sonrisa, todo momento grato, y convertirlo
en el lugar de la seriedad y la disciplina absoluta.
De esa
disciplina falsa y mentirosa que es la rigidez por fuera y
el odio por dentro; esa seriedad mentirosa que hace que el
niño sea un “modelo” por fuera y un resentido
lleno de inquietudes y problemas por dentro. Tal es el concepto
pedagógico de los autores del informe, según
se desprende del criterio con el cual rechazan “Pandemonium
escolar” (ya citada en esa apelación), o “Un
recuerdo escolar” de Joaquín V. González
(pág. 58).
Seguramente,
los autores del informe se han horrorizado de ver pintada
en esa página del insigne riojano la realidad cruel
de una falsa disciplina como la que ellos pretenden, y se
olvidan que nada hay mejor para la formación de la
personalidad del niño que permitirle sacar fuera sus
ansias y sus fervores, de cualquier tipo que sean. Es probable
que los autores del informe no hayan leído –o
no acepten, si es que las han leído– las modernas
teorías psicoanalíticas de la pedagogía
actual. Pero en 1957 no es comprensible que un autor de libros
de textos para la escuela primaria deba subordinarse al juicio
de quienes niegan lo más avanzado y lo universalmente
aceptado en Psicología Pedagógica. Podría
agregarle, señora ministra, que en mis experiencias
de maestro, he comprobado que, al otorgar libertad absoluta
a mis alumnos para que escribieran sus composiciones, sin
imponerles que lo hicieran con falsedad, copiando los preconceptos
tradicionales de los “niños-modelos” (qué
buena es mi mamá, cómo quiero a mi maestra,
yo estudio para ser un ciudadano útil a mi patria,
etc., etc.), uno de los temas preferidos en las primeras ocasiones,
era siempre el de su comportamiento cuando “el maestro
no está”. En un impulso de descarga, casi siempre
ocurría que el 50% del grado contaba sus travesuras,
del tipo de “Un recuerdo escolar”.
¿Y he de resignarme a que ahora me diga que esa lectura
es inconveniente en el aula?
Será
inconveniente para maestros alejados de sus alumnos, que temen
la autenticidad de sus espíritus y que prefieren la
falsedad del comportamiento tradicional.
Yo, señora
ministra –y lo declaro con toda jactancia– he
leído en más de una oportunidad esa lectura
a mis alumnos de 5° y 6° grado. Nos hemos reído
todos de buena gana: ellos y yo. He debido interrumpir en
ciertos párrafos la lectura porque la risa me impedía
continuar. Hemos sido felices, señora ministra, mis
alumnos y yo. Nos hemos comprendido. Ellos comprendieron que
yo los comprendía. Y entre ellos y yo se estableció
un puente afectivo que seguramente nunca han podido establecer
con sus alumnos los autores del informe. Estos, desde su resentimiento
hacia aquellos niños que, rebelándose contra
la tiranía magisterial, tiran tizas en ausencia del
maestro, no pueden comprender la inclusión de esta
lectura.
Pero
yo no puedo resignarme a que ellos, los autores del informe,
prohíban a todos los maestros bonaerenses, leer esa
lectura a sus alumnos.
A los
autores del informe no les gusta la página de José
Martí: “A los niños que lean” y
la “Edad de Oro” (pág. 127). Es una opinión,
pero su “no gustar” en modo alguno significa que
se pueda desaprobar esa bella página del gran americano.
Se dice
que la lectura “Los dos Tartarines” de A. Daudet
presenta un paralelo con “los héroes cervantinos
“Don Quijote y Sancho”, estereotipados como términos
de una fórmula, pero totalmente inexpresivos para la
mayoría inmensa de los alumnos de nuestra escuela”.
Justamente, incluí esa lectura para que el maestro
de sexto grado tuviera una magnífica oportunidad de
presentar los héroes cervantinos a sus alumnos. ¿Está
mal presentar los héroes de la obra de Cervantes, autor
cuyo aniversario se recuerda en la escuela primaria como el
“Día del Idioma”?
No entiendo,
tampoco, por qué “En Provenza”, pág.
216, “complementa dignamente el desacierto anterior”,
puesto que esta lectura no tiene nada que ver, en cuanto a
su tema, con “Los dos Tartarines”. Pareciera que
en los autores del informe hay una animadversión contra
A. Daudet cuyo origen se me escapa.
Si la
Sra. ministra lee “Ariel”, pág. 35, comprenderá
de inmediato que la opinión de los autores del informe,
en el sentido de que resulta “sin sentido de hilación
ni secuencia de conceptos”, es otra opinión personalísima,
pero a mi juicio, cualquier persona puede advertir de inmediato
la noble intención y la exquisita belleza que se desprende
de esa página. Polemizar, en este aspecto, es inútil:
basta leer la página. Casi agregaría que es
penoso, penosísimo, tener que defender un párrafo
–cualquiera que sea– de “Ariel” de
José Enrique Rodó.
Con respecto
a “Benvenuto Cellini” (pág. 191) podría
opinarse que esa lectura debe ser suprimida, y con tal exclusión
admitirse el libro. Pero, pregunto: ¿es que en la escuela
debemos presentar exclusivamente los modelos ideales, absolutamente
puros, sin mancha, que al fin resultan inhumanos? Además,
a nadie se le puede ocurrir pensar que el maestro mostrará
a Benvenuto Cellini como “arquetipo moral”. ¿Prohibiremos
las poesías de Rubén Darío en la escuela
primaria porque su autor era aficionado con exceso al alcohol?
Calificar
de “francamente pueriles y sin significado apreciable
para el alumno” (olvidando otra vez que el maestro tiene
una labor que cumplir) a poesías como “Ronda
de los niños de los mil colores”, de V. Barbieri,
pág. 107, es, a mi juicio, no tener sentido de la belleza
ni del ritmo, y es, a lo sumo, otra opinión personalísima
a la cual no es posible sujetar un criterio. Decir lo mismo
de “El sueño” de J. S. Tallon, pág.
95, es mostrar una falta total de comprensión. Escuche,
señora ministra: “Con ocho horas de sueño,
/ si vives sesenta años / te pasas veinte durmiendo,
/ ¡Veinte años! / Será bueno / que en
las horas que no duermas / te cuides de estar despierto. “Creo
que explicar el profundísimo sentido de esta lectura
es hacer una ofensa a vuestra capacidad, señora ministra.
¿O es necesario explicar que con ella se puede invitar
a los alumnos a vivir plenamente y con toda intensidad cada
momento de nuestra vida; y que es necesario no perder el tiempo
de nuestros días, sino que por el contrario debemos
cuidarnos “en las horas que no dormimos” de estar
despiertos: vale decir, de trabajar, de perfeccionarnos, de
aprender, de admirar la Naturaleza, de crear, de ser...?
¿Es
posible, señora ministra, que los autores del informe
no lo hayan comprendido?
Ya es
más comprensible, después de lo anterior, que
consideren “francamente pueril y sin significado apreciable”
a la poesía “Cuento de Pupa y Mimé”,
de J. S. Tallón, pág. 107. Lástima que
esta poesía sea de una belleza formal y de contenido
muy difícilmente superable. ¡Lástima que
los autores del informe hayan rechazado las dos poesías
de José Sebastián Tallón, el más
maravilloso poeta de la infancia de lengua castellana y quizá
uno de los más altos del mundo! ¡Lástima
que los autores en nuestra patria, señora ministra,
cuando surge un poeta excelso que admite el parangón
con los mejores del mundo, se lo prohíba en los libros
de lectura! Más que lástima: pena, señora
ministra, es lo que siento. ¿Qué otra cosa,
sino pena, debo sentir cuando tengo que defender el estilo
de Pío Baroja, el ideal de José Enrique Rodó,
la belleza de la hondura de José Sebastián Tallón?
Decididamente, el rechazo de “Tropa” de Baldomero
Fernández Moreno, pág. 116, es tan insólito
que no puedo siquiera empezar a discutirlo. Se puede discutir
algo cuando hay por donde empezar la discusión. Pero
aquí no: ya el absurdo llega al colmo. ¿Qué
le han encontrado de malo o de reprobable –es cuestión
aparte que guste más o menos– a “Tropa”?
En cuanto
a “El arenque salado”, pág. 166, no puedo
suponer sino que su autor, Charles Cross, obtuvo éxito,
y logró “enfurecer”, como “gente
– muy seria, muy seria, muy seria” a los autores
del informe.
“Romance
de los nombres”, de José María Souvirón,
pág. 214, aparte de su belleza estilística,
de su armonía métrica, de su riqueza como fuente
de vocabulario, de su utilidad para pasar un buen rato en
el aula, tiene un hondo significado que a los autores del
informe se les pasó, lamentablemente, por algo: todos
los nombres allí incluidos son nombres geográficos
americanos, que rebosan belleza. El hondo ideal de unidad
americano que yo aliento me hizo parecer bella la poesía
y creer que podría servir para que los maestros la
utilizaran en tal sentido.
Quéjanse
los autores del informe por la falta de lecturas sobre “el
9 de julio, Caseros, La Constitución de 1853, y próceres
de la talla de Moreno, Sarmiento, Echeverría, Sáenz
Peña...” En mi libro hay: una lectura sobre Urquiza;
dos sobre la Revolución de Mayo; un verso a La Patria;
dos sobre Belgrano y una del mismo Belgrano; una sobre Rivadavia;
una sobre Estrada y una del mismo Estrada; tres sobre San
Martín y una del mismo San Martín; una sobre
Mitre; y dos de Sarmiento. Total: 17 lecturas sobre próceres.
Faltan, claro está, algunos próceres. Pero el
concepto moderno sobre los libros de lectura es que ellos
no deben ser tomos de historia o de geografía. Moreno,
además, está citado en la lectura de pág.
14, y el maestro puede obtener de allí una magnífica
lección patriótica. Por otra parte, las lecturas:
“El arduo camino de la democracia”, de H. Vaccari,
pág. 14; “Un viaje a caballo desde Buenos Aires
a Tucumán”, por Rafael Cano (pág. 54);
“Poema”, por Carlos Carlino, (pág. 56);
“El misto de las pampas”, por Guillermo Enrique
Hudson (pág. 68); “La vidalita montañesa”,
por Joaquín V. González (pág. 90); “La
vidalita del perdón”, (pág. 92); “Orígenes
del Colegio Nacional”, por Angel Acuña (pág.
92); “Campo”, por Gaspar Benavento (pág.
162); “La escuela popular”, por Juan Manuel Chavarría
(pág. 173); “La caza del chulengo”, por
José María Sarobe (pág. 181); “La
fundación del imperio brasileño”, por
Christovam de Camargo (pág. 198) (recuerdo que en el
siglo pasado el ideal de libertad era común para todos
los americanos); “El rescate”, por Leopoldo Lugones
(pág. 200); “Leyenda de la flor de ceibo”,
por Fernán Silva Valdés (pág. 210); y
“Martín Fierro”, por José Hernández,
(pág. 228); o sea, en total, 14 lecturas más,
resultan de indudable y de alta formación patriótica,
pues unen a su belleza literaria y a su interés argumental,
elementos utilísimos para la tarea de formar el alma
nacional de los alumnos.
Vale
decir que hay 17 lecturas decididamente patrióticas
y 14 indirectamente patrióticas (y quizás son
más útiles estas que aquellas en cuanto a su
resultado último), lo cual da un total de 31 lecturas
aptas para la formación cívica nacional.
En cuanto
a la objeción de que hay más temas de geografía
europea que argentina y americana, debo indicar a los autores
del informe que eleven su queja a los redactores de los programas
para sexto grado, que incluyen exclusivamente geografía
europea.
Y ahora,
señora ministra, ya con cierto cansancio espiritual,
debo llegar a rebatir lo más lamentable del informe.
Decir que “el autor cree del caso introducir el tema
del amor, no sólo del amor en su sentido lato, sino
en particular de un incipiente amor sexual...” es una
falsedad que casi, casi, linda con la calumnia. Mi lectura
“El amor” puede juzgarse de poca o mucha calidad
literaria; puede, incluso, opinarse que estaría mejor
reemplazarla por una de las tradicionales y archiconocidas
“despedidas a la escuela”, en las que, con tonos
lacrimosos, se pretende emocionar al niño –flecha
lanzada al porvenir– forzándolo a volver atrás
su vista en el instante de la vida en que no le alcanzan los
ojos para mirar adelante.
Pero
jamás, entiéndase bien, jamás se puede
tratar con desconsideración tal, con términos
que significan un reproche de inmoralidad, a mi lectura “El
amor”.
La frase
más audaz de esa lectura dice: “Por amor entre
un hombre y una mujer se levantan los hogares y nacen las
familias”. Y bien: yo pregunto, señora ministra:
¿cada niño no vive, acaso, en un hogar y en
el seno de una familia, levantado aquel y nacida esta, por
el amor de un hombre y una mujer, que son sus padres? ¿Los
niños no saben acaso, no deben saber acaso, que el
amor ha unido a sus padres? ¿Los niños de sexto
grado no saben acaso que sus propias vidas son fruto de la
unión sexual de sus padres? ¿Y entonces: es
preferible que dejemos en sus mentes tan sólo la imagen
de la unión carnal y no les digamos que entre sus padres
hay un sentimiento purísimo que se llama amor?
¿Acaso
todos los niños –y en especial las niñas–
de sexto grado de nuestro país no oyen hablar en la
calle, en sus juegos, en revistas, en radiotelefonía
y en películas, del amor? ¿Y no es bien sabido
que tienen una imagen sucia, baja, manchada, referida tan
sólo al sexo –y a un sexo también manchado
y envilecido– de lo que es el amor? ¿Y no es
cierto además que en este problema se hallan solos
y abandonados porque la mayoría de los padres no saben
encararlo y la escuela lo ignora por incompetencia, comodidad
e indiferencia? ¿Y entonces: es posible que no se haya
advertido la profunda y enaltecedora misión educativa
que cumple mi lectura “El amor”?
Pero:
¿está prohibido hablar del amor al prójimo,
del amor a la patria, del amor a la Naturaleza? Porque de
ese amor universal hablo yo. Y eso se considera “inoportuno”.
Dice
el informe que ese tema debe ser tratado “en la medida
y en la oportunidad” en que convenga. He demostrado
ya que la oportunidad está bien elegida: los niños
de 12 a 14 años son los que necesitan “ese tema”.
Pero tienen razón los autores del informe en que “la
medida” en que lo trato no es adecuada. Hace falta en
esos momentos de la vida del niño una adecuada explicación
de los fenómenos anatómicos y fisiológicos
de la pubertad, de las funciones sexuales y de los aparatos
de reproducción. Y yo, en cambio, me limité
a brindar en mi lectura “El amor” una exaltación
pura, ideal, lírica, de ese sentimiento que es el amor
en todas sus múltiples manifestaciones: el amor del
poeta por la belleza, el amor de la madre por sus hijos, del
amigo por el amigo, del hombre por su prójimo...
Esto
bastaría, señora ministra, para juzgar el criterio
con que se redactó el informe sobre mi libro. Estamos
en 1957: las nociones elementales del psicoanálisis
y de la psicología profunda, de los tratamientos psicoterapéuticos,
el concepto de qué es una “represión”
y sus consecuencias, los problemas de todo tipo que acarrean
a los niños y adolescentes los prejuicios y los errores
sobre los temas del sexo... todo eso es ya materia de conocimiento
común, propio de cualquier persona de cultura mediana.
Se ha difundido en libros, en revistas, en películas,
en conferencias, en conversaciones familiares. En la escuela
religiosa a la cual concurre una sobrinita mía de ocho
años, la Hermana Superiora aconseja a los padres decir
la verdad a sus hijos ante todas sus preguntas. Estamos en
1957, y las nociones elementales sobre el tratamiento educativo
de la adolescencia tienen 3 ó 4 décadas de vigencia.
Pero
en la provincia de Buenos Aires, que en 1875 marcó
rumbos a toda la Nación con una Ley de Educación
Común que se adelantó medio siglo a su época,
y que por largos años fue siempre una provincia que
marchó a la cabeza en el plano pedagógico y
didáctico, en esa misma provincia, en 1957, se rechaza,
con los mismos fundamentos que antes transcribí, la
poesía “La Primavera” de Arturo Marasso,
pág. 180.
Pero...
¿es posible? ¿”La primavera”, de
Arturo Marasso, rechazada porque “ese tema (el del amor
sexual y el del amor en general) es inoportuno e inconveniente
en un tratamiento así, como de interés común
y simultáneo para todos los niños integrantes
de un grado escolar...?
Claro,
entonces no nos extraña que se rechace “Leyenda
de la flor de ceibo”, de Fernán Silva Valdés,
pág. 210, porque ya esta poesía, comparada con
“La Primavera” de Arturo Marasso, debe haber parecido
a los autores del informe una página incitadora de
ardorosas pasiones. Esa frase de “los labios de la amada”
que “se tiñeron de rojo carmín”
de be sonar, seguramente, en sus oídos, como un lujurioso
verso propio del paganismo.
Por lo
visto, las palabras: novio, ternura, amor, amada... deben
ser borradas del léxico de la escuela primaria. Los
padres de cada niño viven juntos por algún misterioso
azar... o por simple atracción sexual: he ahí
lo que el niño puede saber. La época del noviazgo
de José de San Martín con su futura esposa,
la entonces niña de quince años Remedios de
Escalada, debe ser borrada y suprimida de las biografías
del héroe para que puedan ser usadas en la escuela.
En síntesis:
dentro de la escuela, la mojigatería, la mentira, la
falsedad, el ocultamiento, el engaño, el acallar sentimientos
y el reprimir inquietudes; fuera de ella ha de buscar el niño
o la niña dónde y cómo calmar sus preocupaciones,
satisfacer sus preguntas.
¡Alejemos
de la escuela las lecturas que ennoblecen el amor! ¡Déjese
que el amor sea tan sólo la palabra que se halla en
la revista barata o en la novela vulgar o baja!
Tal es
el ideal que en adelante, señora ministra, se ha de
perseguir en las escuelas primarias bonaerenses, a juzgar
por el informe sobre mi libro.
Y antes
de terminar, una pregunta: ¿qué es lo que han
visto los autores del informe, para rechazar, junto con estas
últimas lecturas que he comentado, “La derrota”,
de José María de Pereda, (pág. 219)?
Porque he buscado y rebuscado en ella, y no pude hallar nada
que me lo explicara.
En trance
de enfermar mi mente y convertirla ya en un foco proyectivo
de problematicidad sexual en cuanta palabra apareciese por
ahí, llegué a pensar –perdóneme
usted por esta suposición ridícula– que
el rechazo surgiera porque dice en un momento Pereda “que
gallardearse a lo mejor el becerrillo negro con humos de toro,
junto a la apuesta novilla...”, o por esa referencia
al viejo buey que tiene “ciertos asomos de galanteo
a la vaca de su vecino”.
Pero
me pareció tan tonto suponer esto que lo deseché.
Y por eso me ha quedado la curiosidad de saber qué
es lo que han encontrado de reprochable en esta lectura.
No refuto
lo que hace a la lectura “Primera aventura amorosa”,
de Gustavo Levene, pág. 56, porque allí ya la
ridiculez llega a un punto que no cabe ni el tono de ironía
ni el de debate racional ni ningún otro. Sólo
puedo decir que a las personas de mi familia o de mi amistad
a quienes leí los fundamentos del rechazo y luego esa
lectura, concluyeron –todas– en estrepitosas carcajadas.
He terminado,
señora ministra. Sólo me resta aclarar una cosa:
esta apelación la he redactada sin detenerme a hacer
cálculos sobre la mejor manera de obtener éxito
con ella. Entiendo que el apasionamiento que late en las líneas
precedentes no es un buen aliado para mi causa, y que un tono
más frío y racional pudiera –quizás–
lograr mejores resultados finales.
Pero no he podido –ni querido– borrar ese apasionamiento
y mantenerme en un frío plano racional. Juego en esta
apelación un resultado mucho más importante
que el fallo definitivo sobre mi libro: juego en ella el resultado
de mi ideal pedagógico. Hacer cálculos en esta
ocasión, suprimir ese mi apasionamiento, sería
hacer una indecorosa transacción entre aquel ideal
y el resultado ocasional de un fallo.
Saludo
muy atentamente a la señora ministra:
Respuesta a mi apelación
Expediente: 2600-36791/957
Iniciador:
Zanotti, Luis J.
Asunto:
Consideración del libro “Inquietudes”,
del que es autor.
Esta Comisión
de Estudios Pedagógicos y de Coordinación Técnica
ha considerado la presentación formulada por el señor
Luis J. Zanotti autor del libro de lectura para sexto grado
“Inquietudes”, el que resultara desaprobado según
R. M. 3108/57, del 26/III/57 para el período 1958-1963.
Sobre
el particular la Comisión ratifica el dictamen de fojas
3, 4 y 5 precedentes que hiciera propio, por cuanto:
I –El
libro contiene una selección de lecturas que si bien
están acreditadas por firmas consagradas, su contenido
en ciertos casos (ver “La familia Cirimiri” pág.
144; “El escudero Medrano” pág. 186; “Provenza”
pág. 216, etcétera) no se adecua a las características
y mentalidad del niño de sexto grado, circunstancia
que sin duda podría ocasionar serias dificultades con
respecto a la comprensión por parte del alumno, del
justo sentido y significación de los temas.
II –Si
bien es aceptable la introducción del tema del amor
según lo desarrollan los autores transcriptos, esta
Comisión considera que tal tema irrumpirá en
un medio escolar al cual hasta ahora se la ha restado la oportunidad
de una adecuada familiarización, que hubiera debido
iniciarse en etapas anteriores de su vida de educando.
Comisión de Estudios Pedagógicos y de Coordinación
Técnica, noviembre de 1957.
Es copia.
Un parrafito
sobre la respuesta a mi apelación
La respuesta
a mi apelación significa –a mi juicio–
conceder, tácitamente, que yo tengo razón, pero
ha faltado valor para confesarlo expresamente. No se refutan
ninguna de mis argumentaciones; se citan sólo tres
lecturas con un “etcétera” muy poco claro
y no se dice por qué el contenido de esas tres lecturas
“no se adecua a las características y mentalidad
del niño de sexto grado”.
En mi
apelación analicé detenidamente cada una de
las lecturas cuestionadas para demostrar su valor. No se ha
refutado en la respuesta una sola de esas apreciaciones. En
mi apelación pedí explicaciones acerca del rechazo
de varias lecturas, declaradas inaceptables sin alegar ninguna
razón. En la respuesta a la apelación ni se
habla acerca de ellas.
El párrafo
final de la respuesta es realmente interesante. Ahora se admite
que “es aceptable la introducción del tema del
amor según lo desarrollan los autores transcriptos”
(vale decir que se ha cambiado rotundamente el juicio inicial)
pero... “tal tema irrumpirá en un medio escolar
al cual hasta ahora se ha restado la oportunidad de una adecuada
familiarización, que hubiera debido iniciarse en etapas
anteriores de su vida de educando”.
Recuérdese
la santa indignación del primer dictamen, por introducir
este tema en sexto grado, mientras ahora se afirma que debe
introducirse antes. Lo natural, si es así, sería
exigir a los autores de los libros para los grados anteriores
a sexto que introduzcan el tema. “Porque no se introdujo
antes, no se puede introducir en sexto grado”.
Consecuencia:
con tal criterio el tema del amor no se podrá introducir
nunca...
Creo
que las palabras sobran.
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